I
Junto al río marchito
que añora la complicidad
del agua,
crece mi pueblo.
Una estación apenas
con un andén angosto
y desolado,
y en el linde
de sus calles de tierra
ese monte que crepita
su pobreza
sobre la tierra callosa
que ya no tiene sueños.
Algún arenal incandescente
seca sus agostos
bajo el influjo
del viento norte en perpetuo
movimiento
El rumor antiguo de los trenes
tapa en el verano
el lamento tenaz de los coyuyos.
Merced del Albigasta,
Villa Unzaga,
mi Frías,
hoy te canto desde mi exilio
itinerante
porque ningún agobio
matará la esperanza
de volver a tu entraña
cuando las horas de mi vida
se apaguen
y den por terminado
mi destierro.
Junto al río marchito
que añora la complicidad
del agua,
crece mi pueblo.
Una estación apenas
con un andén angosto
y desolado,
y en el linde
de sus calles de tierra
ese monte que crepita
su pobreza
sobre la tierra callosa
que ya no tiene sueños.
Algún arenal incandescente
seca sus agostos
bajo el influjo
del viento norte en perpetuo
movimiento
El rumor antiguo de los trenes
tapa en el verano
el lamento tenaz de los coyuyos.
Merced del Albigasta,
Villa Unzaga,
mi Frías,
hoy te canto desde mi exilio
itinerante
porque ningún agobio
matará la esperanza
de volver a tu entraña
cuando las horas de mi vida
se apaguen
y den por terminado
mi destierro.
Antonio Cruz
Poema
La noche busca un puente para tender su espacio
el poema se alza como un arco de abrazos
y el amor -que es un ave de infinita dulzura-
te cobija en sus alas embriagadas de canto
para decir tu nombre de niña quinceañera
ilusión, esperanza, corazón y nostalgias.
Que duendes te forjaron, que raíz y paloma
que lluvias adhirieron a tu ser el encanto
que fantasmas celestes pusieron en tu frente
la frescura del viento y el fulgor de la estrella
donde están los traviesos hacedores de sueños
que dieron tus ojos una mirada limpia
y un lozano follaje de sangre en primavera?
Aquí estás. La primera entre todas...
El viento te contempla asombrado de verte,
tanta belleza junta, tanto amor peregrino
muchacha quinceañera.
El ave muere amandoy oigo su voz creciente mas allá del destierro
proclamando el triunfo de tu mirada nueva
de tu amor inventado, y esta cierta esperanza
de tu reino de asombro.
Aquí estás. La noche se ha humillado
ante tu luz sin niebla
y el viento quiebra tallos
ante tu fresco encanto.
Selva Yolanda Ramos